En la antigua Bagdad,
específicamente en el palacio de Aladino, vivía un despreocupado gato salvaje
africano, que se divertía haciendo travesuras. Cierto día, mientras el genio descansaba
en su lámpara, el felino toco con sus patitas la superficie del objeto. Una
columna de humo salió despedida del cuello de la botella, hasta formar a un
macizo y gigantesco genio, que miraba al animalito con rabia.
- ¿Así que otra vez
vienes a molestarme, pequeña bestia? Cuando Aladino se entere de lo que estás
haciendo…
Pero de pronto, rozando
el cuerpo gaseoso del genio, otra columna de humo emergía de la botella. Su
color oscuro, similar al de una tempestad, no invitaba a la confianza. Al
materializarse, el genio tuvo al lado suyo el cuerpo gaseoso de un perro feroz.
Con ensordecedores ladridos, comenzó a amenazar al gato, que sin pensarlo
demasiado, huyo de allí. Acto seguido, el perro se fue tras él, con el cordón
de humo extendiéndose y extendiéndose, hasta que no pudo prolongarse más y se
llevo la botella consigo. El recipiente avanzaba accidentadamente, de tumbo en
tumbo, con todo y genio incluido.
- ¡¡Basta Jaffar,
basta, deja en paz a ese gato o nos quebraras la casa!!
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