Hoy
en cine gatuno, haremos referencia a una de las películas más infravaloradas y
injustamente encasilladas del mundo gatuno y perruno: la segunda parte de la
saga “Como perros y gatos”.
El
principal atractivo de la película es la villana: una gata sin pelo, poco
agraciada y desquiciada, cuyo nombre es Kitty Galore. Este personaje causa
repulsión y es hasta capaz de opacar a Mr Tinkles, el villano de la primera
parte; este, casualmente, tiene dos cameos durante la cinta.
Oye Galore ¿Es esta tu mejor sonrisa? |
Otro
de los atractivos es la dispar alianza entre las agencias Guau y Miauu,
representada principalmente en sus dos protagonistas: Diggs y Katerine, un
pastor alemán bastante inquieto que odia a los gatos y una gata gris demasiado
refinada, elegante y presumida. Quizá no tengan la fuerza de Batman y Robin o
el glamour de Bonnie y Clyde, pero sí que son un extraño híbrido a medio camino
entre la pareja televisiva de Remington Steele – una sensual Stephanie
Zimballist y un elegante pero algo torpe Pierce Brosnan – y el dúo explosivo de
aquel binomio cinematográfico de "La joya del Nilo” – Michael Douglas y
Katerine Turner, la pareja del celuloide más recordada de los años ochenta -,
aunque con proporciones reservadas. Claro, no se podía esperar a que llegaran a
volverse algo más que compañeros de trabajo, pues ambos son de especies distintas
– por supuesto que si se tratara de una película de Dreamworks, la cosa cambia.
Lou ¿De verdad te dejaste opacar por ese esteroidico de Diggs? |
Pues
bien, toda la trama gira en torno a detener a Kitty Galore - una ex agente de
Miauuu que perdió su pelaje al caer en una tina de crema depiladora, tras ser
hostigada por un perro guardián en una fábrica -, quien tratara a toda costa de
llevar a cabo su plan “El llamado de la naturaleza”; este consiste en emitir un
sonido especial, vía satélite, que sólo los perros pueden escuchar y que los
devolvería a la época en que pensaban como lobos, en otras palabras, cuando sus
ancestros aún no habían sido domesticados. Bonito plan, diría un gato: eso
haría que los humanos sacrificaran a todos los perros del planeta. Pero había
un inconveniente: tener perros salvajes rondando sería una amenaza para la
especie gatuna, que sería una baja colateral.
Pero
esto no detendría a la Galore, un ser que se siente traicionada por sus amos
humanos y por su propia especie, quienes la ven como extraña, al ser una gata
sin pelaje o gata esfinge. Su miserable condición me recuerda a otro
supervillano menospreciado por ser una caricatura de ser humano: un ser llamado
el Mulo – lo puedes buscar por internet -, creado por Isaac Asimov.
Hey Diggs ¿Acaso no te cansas de robarte el show? |
Al
igual que en la película anterior, sus productores se las arreglan para que la
película sea una parodia de las de espionaje mezclada con la ternura de una
producción de mascotas, sin perder el sentido del humor y que sea meramente
infantil, con un detalle más que positivo: esta vez, los perros y los gatos
trabajan juntos contra un enemigo común.
Los
efectos especiales también están más trabajados, sobre todo las escenas en que
Katerine y Diggs logran volar.
Pero
aunque la producción tiene muchas luces, también hay unas cuantas sombras y,
curiosamente, ese es el origen de la gran cantidad de críticas negativas que
recibió y que considero como exageradas.
La
primera crítica viene del hecho que los principales antagonistas son otra vez
los gatos – encabezados por Kitty Galore y seguido, de manera intermitente, por
Mister Tinkles, que, pese a sus escasos cameos, no dejas de ver una expresión
maquiavélica en su lindo rostro gatuno -, quienes, en su afán por conquistar el
mundo, hacen que los perros vuelvan a la carga de la mano con los gatos, que
parecen al servicio de los primeros. Quizá la cosa no se vería tan fea si el
asistente robótico de la Galore fuera perruno, ya que ella se luce mucho como
villana y hay que admitirlo.
Otra
cosa que se podría decir y que lamento mucho, es la falta de protagonismo de
Lou, el héroe de la película anterior – ahora un Beagle adulto -, que queda
encasillado como un analista nerd de Guauu, para que el peso de la acción
recaiga en Diggs quien es, a todas luces, el protagonista de la historia – es
como ver a un Dwayne Johson o “La Roca” pero en versión perruna y lleno de
esteroides -. Cuando no comparte las escenas con su compañera gatuna Katerine,
las suyas suelen ser grandilocuentes y pretensiosas, como las de todo héroe de
acción, y carecen de la gracia, drama e inocencia de las de Lou en la primera
parte.
Pero
quizá el más débil argumento en contra es que su historia es reciclada,
¿reciclada? Podría ser: no es la primera vez en un largometraje que dos
enemigos acérrimos se unen en contra de uno común. Sin embargo, creo que much@s
am@s amantes de estos animales nos gusta la idea de que dichas especies tengan
una relación armónica, aunque esa razón consista en una enemiga ficticia de una
película, capaz de unir dos grupos antagónicos tan sólo para detenerla.
Fantasía |
Realidad |
Tengamos en cuenta otra cosa: las principales críticas a la película provienen de dos países perrunos por excelencia: Gran Bretaña y Estados Unidos. Es conocido que el símbolo de la realeza británica es el Bull dog y que los estadounidenses son fanáticos de Lassie, Dino y Scooby Doo más que de los gatos – si acaso Garfield sea una excepción - .
Pero
la infravaloración de la segunda entrega se remonta, más bien, a aquella
primera parte en que los gatos eran villanos absolutos. Su costo fue de ochenta
millones de dólares, para recaudar una cifra de ciento treinta millones; nada
mal para una producción modesta, pero está setenta millones por debajo de los
doscientos que acumulo su antecesora. Sin duda los directivos esperaban
recaudar mucho más, dando como resultado el fin de una saga que prometía mucho
y nos dejó tan poco. Sin embargo, los hermanos Wayans siguen produciendo todo
tipo de películas grotescas sin que nadie diga nada y Mike Myers todavía sueña
con una cuarta entrega de su sexualmente ambiguo agente Austin Powers, ah, me
acorde que por estos días Ben Stiller estrenara la segunda parte de Zoolander –
trágame tierra que ya me quiero morir antes de que llegue el apocalipsis - .
En
fin, por imperfectas que puedan ser ambas producciones, no pretenden ser joyas
del séptimo arte – si quieren ver de esas, búsquense Casablanca, Ciudadano
Kane, las tres primeras partes de La Guerra de las galaxias o el mismísimo Rey
León -, sino más bien, entretener y ganarse unos cuantos millones en el
proceso. Es el lado menos dañino y tierno de aquella fábrica de sueños y
pesadillas llamada Hollywood, así que hay que aprovechar cuando las estrenan.
“Como perros y gatos 2” es, pese a sus defectos, más divertida que la
primera y es mucho más considerada con los gatos, aunque sus villanos sigan
siendo de esa especie. Me quedo con las risas, los gritos y el disfrute de
infantes y padres y madres por igual en la sala de cine, incluso la siguieron
comentando después de terminada la función, sobre todo a la Galore.
Mr Tinkles, tú serías la mascota perfecta para Hannibal Lecter |