Navidad, esa festividad
de fin de año en donde tanto la tradición como el mercadeo nos venden la idea
de dar lo mejor de nosotros para compartir sin razón aparente. Nada más lejos
de la realidad: son muchas las razones por las cuales las personas y hasta
empresas se preparan para ellas, las cuales deben o se supone que son tiempos
de paz y alegría.
Sin embargo, siempre hay un buen número de despechado/as
por lo ocurrido en el año que ven en la celebración una excusa para la
melancolía y la tristeza, que contrasta con el ambiente de jolgorio que los
rodea: Sufrida Pérez era una de ellas. Lo peor de todo, es que su desgracia fue
aún mayor: tras largos años de prometerse amor eterno, Sufrida terminó con su
novio de toda la vida luego de descubrir diferencias irreconciliables, ¡¡justo
días antes de comenzar diciembre!!
Fácilmente Sufrida fue otra de las víctimas fatales que
disfrutan el villancico de Marco Antonio Solís, pero el colmo no terminó allí.
Cierto día, alguien tocó a su puerta, que al abrirla no encontró a nadie, salvo
una pequeña caja llena de agujeros con algo peludo moviéndose adentro. En la parte
superior, estaba pegada un papel con una frase escrita en puño y letra de su ex
– novio que decía: “Disfruta mi último regalo de navidad”.
Con cierta suspicacia, Sufrida abrió la tapa y apenas vio
su contenido, comenzó a estornudar: ¡¡era una joven gata blanca con un lazo rojo de regalo alrededor de su cuello!!
Su
ex era cruel: él sabía de su alergia a los gatos y no era posible que
disfrutara de su compañía; el precio que debía pagar por haber roto con él.
Ella tomo a la gatita y la alejo lo más lejos que pudo:
en un vertedero de basura vecinal. Pero a los cinco minutos, la sinfonía de
maullidos se hizo insoportable, por lo cual le vertió agua de una cubeta: la
gata corrió despavorida.
Justo cuando pensó que todo terminó, una serie de
arañazos en la puerta rasgó su tranquilidad. Ella fue decidida, pala en mano, a
expulsar a la intrusa. Pero apenas abrió un poco la puerta, la felina aprovecho
para entrar por la brecha. Pasaron las horas y Sufrida buscó, buscó y rebuscó
sin lograr encontrarla. Finalmente cayó exhausta en su sofá.
Horas después, un ruido de cacerolas que caían y platos
que se rompían la despertó. Cuando llego a la cocina, vio que estaba hecha una
réplica a escala micro de Troya luego del saqueo, además de un olor
desagradable de carne descompuesta. En el centro de la cocina había una rata
muerta, la más grande que ha visto en su vida. Justo detrás de su cuerpo sin
vida, estaba la gatita parada de cuclillas en sus patas traseras, con las
delanteras soportando el resto del cuerpo y una carita con expresión tierna y a
la vez melancólica; sus grandes ojos amarillosos clavados hacia ella de forma
conmovedora. Lo último que hizo fue decir un suave miau.
Pese a que siguió siendo alérgica a los gatos y les
costaba entenderlos por completo, Sufrida de algún modo se adapto y con el
pasar del tiempo le tomó cariño a su traviesa pero útil mascota. Se volvió
jubilosa porque al final descubrió que su ex, lejos de jugarle una pesada
broma, le dejo sin saberlo el mejor regalo de navidad de su vida.